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martes, 15 de junio de 2010

El Arte en el Monumento a la Independencia



por Eva Sánchez

Mi investigación acerca del Monumento a la Independencia surgió a raíz de que las autoridades promovieron la celebración del Bicentenario de la Independencia, misma que me llevó a preguntarme cuál ha sido su historia desde la colocación de la primera piedra para su construcción hasta nuestros días, de dónde “El Ángel” ha sido tomado como símbolo de la Ciudad de México.

El interés por erigir un monumento a los héroes independentistas tuvo varios intentos, el primero fue en 1843 por orden de Antonio López de Santa Anna, el cual dio inicio con la construcción del zócalo en la Plaza de la Constitución, misma que desafortunadamente sólo quedó en ese intento, motivo por el cual se le designa también el nombre de Zócalo a dicha Plaza. Posteriormente, el mismo proyecto fue retomado por Maximiliano de Habsburgo en 1864, debido al gran interés que tenía en llevar a cabo grandes obras urbanas en la Ciudad, con la única consigna de cambiar el remate de la columna, de un ángel, a una águila imperial. Tampoco en esta ocasión se concretó a causa de la caída del Imperio y en consecuencia el fusilamiento de Maximiliano en 1867.

Durante el gobierno de Porfirio Díaz, la construcción del Monumento a la Independencia se contempló para conmemorar el primer centenario de la Independencia de México, algo incongruente con el gobierno de dictadura que se vivía después de años de la proclamada Independencia. Se encuentra colocado en la glorieta del cruce de Paseo de la Reforma y las calles de Florencia y Río Tíber, con su frente principal dirigido hacia la Ciudad. La colocación de la primera piedra se llevó a cabo el 2 de enero de 1902 y fue inaugurado por el Presidente de México el 16 de septiembre de 1910. El nombre designado oficialmente, se ha ido transformando a través del tiempo, para ser conocido popularmente como El Ángel, El Ángel de la Independencia, para algunos La Columna de la Independencia y por otros mejor dicho, La Victoria Alada.

El interés que reviste este monumento, y principalmente La Victoria Alada que corona la columna, ha sido muy importante a través de su historia, por lo cual al recurrir a diferentes fuentes encontré datos que me sirvieron para complementar el análisis de toda la carga simbólica que encierra y es digna de considerarse como una obra de arte histórica en memoria a los héroes de la independencia. Asimismo, el pueblo lo ha tomado como punto de reunión para manifestaciones, conciertos y principalmente el festejo de triunfos deportivos, a la par de los que se viven en la Plaza de la Constitución, mismos que sirven de pretexto para identificarse como parte de una nación.

Al quererlo catalogar como una de obra de arte en sí, encontré que está considerado dentro del neoclásico porque a simple vista es el estilo que predomina, gracias a su forma estilizada, que parte de la base con un trabajo en tablerado y sostiene esculturas en mármol y bronce en diseños de líneas tan sencillas y bellas que la complementan y son parte de esta corriente; parece como si fuera una figura femenina de cuerpo esbelto que se va pronunciando con lo alargado de la columna o fuste, hasta llegar al capitel corintio y rematar con La Victoria Alada como la cabeza principal del Monumento. Debido a la tendencia hacia el afrancesamiento que hubo en México, este estilo se aplicó en todas las artes durante el porfiriato.

En los elementos que lo conforman, encontré mezclados materiales y estilos: la piedra chiluca y el onix de origen netamente mexicano, fue labrado magistralmente por artesanos mexicanos, quienes lo revistieron con elementos neoclásicos, pero a la vez, el tallado de formas orgánicos como guirnaldas de olivo, flores de cinco pétalos, palmas, enredaderas y algunos moños, rememoran el estilo barroco y dan contraste con los elaborados mármoles, granito y bronces traídos de Italia; y cómo ignorar la lámpara votiva colocada posteriormente por decreto del presidente Emilio Portes Gil, su diseño recuerda un pebetero teotihuacano, consta de un soporte con forma de huehuetl (tambor), con las ataduras de los años y un chimalli (escudo azteca) en el que se utilizó el ónix poblano, el cual considero rompe totalmente con el espacio que ocupa.

Sin duda al introducirme más en la apreciación de nuestro Monumento a la Independencia, me di cuenta que las mezclas que lo conforman, merecen ubicarlo no dentro del neoclásico, sino como un monumento estilo ecléctico muy particular, característico del arte mexicano hasta nuestros tiempos.

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