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martes, 15 de junio de 2010

El cine contra la historia: Inglourious Basterds



por Ana Sthal


El cine es toda una experiencia. Basta con que uno se siente cómodamente en su butaca y, con la mejor de las voluntades, se deje tomar de la mano por la cinta para llegar a sitios insospechados; el problema aquí es esto de “la mejor de las voluntades”. Hoy día, autores y creadores experimentan ciertas dificultades en la realización de las cintas, además de las técnicas, por el impacto que ésta puede tener en el público.


Es éste el caso de Quentin Tarantino, amado por muchos, odiado por otros, que en 2009 presentó, nuevamente con escándalo, una película en el festival de Cannes: Bastardos sin Gloria (Inglourious Basterds), la cinta de guerra que probablemente destruirá la concepción que se tiene hasta ahora del cine bélico, que ya bastante ha cambiado con la percepción cinematográfica de los más recientes conflictos en el mundo.


Once upon a time... in nazi-occupied Francerezan las líneas de apertura al maravilloso y sádico universo del creador de Pulp Fiction. “Había una vez”, como en los cuentos de hadas, comunica al espectador, de entrada, la clase de cinta que está por verse: alejada de la realidad. Estelarizada por Brad Pitt, Mélanie Laurent y el inigualable Christoph Waltz, Bastardos sin gloria narra dos historias que se unirán en un sólo acontecimiento: Shosanna Dreyfuss (Laurent), una chica judía que es la única sobreviviente de la masacre de su familia y Aldo Raine (Pitt), el líder de los Bastardos, un grupo de soldados judíos norteamericanos, irán, cada uno por su cuenta, escalando peldaños para alcanzar su meta: terminar con el Tercer Reich, encabezado por un Hitler de pacotilla y personificado en la magnífica figura de Hans Landa (Waltz).


Primer conflicto: la necesidad de Tarantino de burlarse de... bueno, de todo lo que esté a su alrededor, se manifiesta en su torcida versión de los hechos: los judíos se convierten en asesinos desalmados, descabellando cadáveres y asesinando alemanes; estos, en cambio, se presentan ante el espectador como perfectos idiotas con mucha suerte, o con muchas agallas. Esto hizo que la crítica judía recibiera a la cinta en Cannes como un insulto de casi tres horas de duración.


Segundo problema: la historia de Shosanna, oculta en un cine de París con un nombre falso, es el pretexto ideal para que Tarantino demuestre al mundo su erudición cinematográfica. El hecho es que a pocos críticos les pareció agradable que el cineasta les dijera, en casi tres horas de imagenes, “sé tanto o más que ustedes”.


El resultado: la crítica en Cannes recibió la película con fuerte disgusto. Sin embargo, los seguidores del director consideramos que a la cinta debe vérsele con ojos más benévolos, si no es que admirados. La controversia envuelve, una vez más, al californiano.


Debo decir, con toda sinceridad, que el filme es como una bofetada al espectador. Nos dice “la guerra no fue como tú la pensabas: fue peor”. Aunque se escude en la ilusión del cuento de hadas, Tarantino nos presenta su versión de los hechos, o bien, lo que a él le hubiera gustado que sucediera, todo al ritmo del western y con su clásico sello de exploitation. Además, es cierto, la película es una oda al cine: los treinta y cuarenta, los setenta y ochenta y un buen reflejo de la década actual desfilan ante nuestros ojos en un sinfín de referencias, implícitas y explícitas, a la historia del cine, a los realizadores, actores y estilos, haciendo de la cinta un enredijo bastante complicado de explicar en una sentada.


Con todo, el atrevido filme ha hecho una fisura y a la vez un conglomerado; ha puesto, como dije antes, al creador en el ojo del huracán. Lo que sí se reconoció abiertamente desde el festival de Cannes, es la impresionante actuación del austriaco Christoph Waltz, quien da vida al villano de la historia. Hans Landa es el seductor cazador de judíos, de refinados modales e ideas perturbadas; he de decir que es el villano más adorable que he visto, juega con el amor y el odio del espectador, dejándonos confundidos con nuestra percepción de la realidad, del bien y del mal.


En el aspecto técnico nadie puede negar la pericia del director. Lo que se discute es su manera de acercarse al mundo y de presentar una historia. ¿Que es atrevida e insolente? Nadie dijo que no lo fuera, estos son precisamente los detalles que hacen de Tarantino la figura que es hoy. ¿Que no es para todo tipo de público? Perfectamente comprensible, aunque esto lo sabemos desde la primera cinta del director. ¿Que ofende profundamente, cuestiona nuestra manera de ver la historia y nos dejará boquiabiertos? Son, todas estas, las intenciones del realizador. ¿Que es la obra maestra de Quentin Tarantino? Una servidora se atreve a coincidir al cien por ciento con esta afirmación.


El peso del juicio de la crítica compite con la autoevaluación de Tarantino. Finalmente serán los espectadores quienes tengan la última palabra: el cine es, como todo arte hoy, negocio; un negocio multimillonario. Influyentes en la fortuna crítica de la obra estarán las cifras y los premios que ésta ha alcanzado y alcanzará. Lo que en un inicio podría haber sido tomado como cine de culto se mezcla hoy con el fenómeno comercial, el blockbuster. El director de culto, Quentin Tarantino, está llevando al mundo a interesarse por sus producciones, y con esta última cinta amarra perfectamente lo que en las entrevistas en Cannes dijo: “El cine derrotará al Tercer Reich”. El cine -su cine- cambiará la percepción que se tiene de la historia. O por lo menos la manera de verla a través de la lente de una cámara.




1 comentario:

  1. ¡fantástico!
    Creo que es un tema fascinante y la película excelente.

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